Exorcizando la luna ando. Exprimiéndole el corazón. Tendiéndolo como ropa al viento junto al mío, para que se le oreen los olores de viejos amores. Sonámbula el alma y perfectamente despierta, perdiendo la fuerza, desmenuzando nostalgias, descosiendo dolores. Mis brazos tiemblan. Más bien el cuerpo entero. Flojo y endeble. No puedo siquiera sostener el peso del cigarrillo. Cómo si en él cargara el mundo de pasados acumulados, los personajes de las historias inconclusas, los besos y abrazos de los adioses sin decir. Miradas, sonrisas y lágrimas se mezclan en imágenes imprecisas. Todas parecieran la misma, yo sé que son mil distintas. Pecados, vergüenzas, sinsabores, se quieren instalar en mi boca, pero no siento arrepentimiento. ¿Orgullo o gusto por mal vivir? Me estrujo hasta la última chispa de las fantasías que cumplí sin que me pertenecieran, de las noches robadas, de las bocas ajenas, de las ilusiones en la mirada. Me cala el alma de tantas gotas de agua que no