Música suave, mis ojos cerrados. Tus manos se posan sobre mis hombros, con aparente ternura. Pero en silencio comienzan a descender hasta mi pecho, aprisionando mis senos con firmeza para luego acariciarlos suavemente. Mi cuerpo se relaja. Un pellizco en la punta de mis pezones los endurecen y pone mi cuerpo alerta. Intento levantar mi cabeza, pero tu pecho me lo impide. Siento tu aliento en mi cuello y tu lengua lamiéndome hambrienta. Me giras. Tus manos sobre mis rodillas, abriéndome las piernas lentamente, como las cortinas de un telón, esperando una gran función. Mi sexo me delata, estoy excitada, húmeda. Sonríes satisfecho. Tus dedos se apoderan de mi sexo, arrancándome el primer gemido. Dos dedos, tres, cuatro, van abriendo mis labios al ritmo que mi vagina dilata. Más, te pido. Suplica me exiges. Ruego mientras me lamo los labios, saboreando tus deseos sobre mi cuerpo y mis piernas terminan de abrirse de par en par. Tu mano en