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Mostrando entradas de 2014

Pasiones aprisionadas

Siento la respiración de tu pecho agitarse sobre mi espalda y tu aliento calentando mi cuello desnudo. Tus manos poseen mis caderas aferrándose a ellas, magullando mi piel, provocando una mezcla de dolor y placer, que sin duda me gusta. Me concentro en tus dedos, hundiéndose en mi carne, lacerándola, marcándola. Y una onda de deseo e ira se apodera de mi boca, apretando mis dientes y respirando profundo, para no voltearme con fuerza y embestirte de una mordida. De forma descarada hurgas entre mis nalgas con tus dedos que segundos antes llevaste hasta tu boca para llenarlos de saliva y los siento frotarse entre mis hendiduras. Mis soeces deseos quieren abrir las piernas para que termines de hundir cada uno de tus dedos, pero las aprieto con fuerza complicando la labor de tu mano.El aire se carga de un juego de competencia salvaje, exaltando los deseos más primarios de los dos. Nos gozamos provocándonos. Me tomas del cuello, levantando mi cabeza, acercando mí oído hasta tu

Dulce como pera

Me soñé recorriendo una piel desconocida, escribiéndole poemas con tinta de mi saliva, soñando que olía y sabía como tú, como tanto te he imaginado. Mi lengua y mi boca estaban de fiesta y mis piernas bailaban muy abiertas por pura satisfacción. Despacio, mis caderas comienzan a cabalgar un amor imaginario, un galope lento, profundo, rítmico, sin prisa. Estimulando a mi propia humedad a brotar. Poco a poco la lluvia se va produciendo en mi interior. Y mil imágenes la alimentan. Trato de definir tus ojos, tus cejas, la sensación de tus cabellos entre mis dedos, mi nariz rozando la tuya, sintiendo tu aliento tan de cerca, tan mío. Acaricio tus orejas, cada lóbulo con las yemas de mis dedos y me acerco a tu cuello y lo huelo, lo pruebo, lo muerdo. La temperatura de tu pecho contra el mío me reconforta, reaccionando dulce a mis caricias. Deseando hacerte mío. Puedo sentir las gotas de mi río interno resbalar por las paredes de mi intimidad. Disfruto la vibración de mis fluidos r

Conversaciones en segunda persona

Guardas tus silencios en la almohada. En la oscuridad de tus noches. En la soledad de tu casa. Silencios llenos de dudas y desasosiegos. Silencios repletos de voces. Recordándote todo. Los ayeres, los fracasos, los dolores, los sinsabores. El vacío que deja haber amado, haber creído, haber confiado. Quieres decir tantas cosas y las promesas hechas a ti mismo no te lo permiten. No te puedes fallar. Debes cuidar a ese niño dulce que llevas dentro, al que le has impuesto una armadura demasiado grande y pesada y que le cuesta cargar. Pero el alma no calla. Palpita con cada una de sus palabras que suenan sinceras, simples, sin dobleces. Asomando un resquicio de ilusión en el amurallado corazón. Vives impaciente, celoso hasta de lo que la mente inquieta del otro sueña. ¿Te soñará? ¿Te pensará? Prefieres ignorar hasta tus propios pensamientos. Te llamas estúpido, crédulo, ingenuo. Y te convences que no hay sentimiento real en lo que corre por tus venas. Sin embargo te sientes más

Dejarme quiero.

Quiero querer. Quererte quiero. No dejarme, ni dejarte. Quiero. Dejarme entre muchos te quiero. Te quiero dejar que me quieras, sin que me quieras dejar. Dejarte que me quieras. Quiero. Me quiero querer dejar toda entre todo tu querer. Quiero, quererme y que me quieras. Quiero dejarme y que no me dejes. Aquí te dejo. Me dejo, te dejas, nos dejamos. Y así dejándonos sin dejarnos y queriéndonos querer,  quiero seguir queriendo.

Volvamos a empezar

Cuando la noche este en su luz más lujuriosa, cuando las estrellas griten amores, te invito a inventarnos de nuevo. A susurrarnos otros nombres, a reencontrar pasiones que nos permitan comenzar. Quizás en otra luna, la de mañana, nuestro encuentro pueda ser distinto. Vamos a ser desconocidos, cambiar de forma y dejarnos llevar. Sigo con el enigma de tus ojos y la promesa de tus manos que me llenan los antojos y me invitan a desearte una y otra vez. Que sea la segunda vez, la primera. No te olvido, no me olvides e intentemos ser, lo que no fue.

El regalo

Una llamada bastó para ponernos de acuerdo. Cuando se habla de sexo, siempre nos ha sido sencillo organizarnos en todo. Acordamos un punto medio, un viaje rápido. La misma ciudad y la misma suite de siempre. Sala, bar, comedor, una amplia habitación, jacuzzi y una espectacular terraza con vista a la ciudad. Cada espacio con sus recuerdos que me vuelven a humedecer de repasarlos. Medias rotas sobre el sillón de cuero de la sala, juguetes mezclados con botellas, vasos y copas en el bar, frutas estrujadas sobre la mesa de mármol del comedor y la sensación nítida de tu lengua lamiéndolas de mis nalgas y de mi espalda, mientras todo mi cuerpo se estremece al tenor de tu boca. Contigo, todo mi cuerpo es un néctar por dentro y por fuera. Vestido a penas ligeramente arriba de la rodilla, corseé y medias discretas, nada debajo de ellas. Tacones altos. A penas una ligera maleta con lo indispensable. Parezco más una ejecutiva que viaja a una reunión de trabajo, que alguien que

Exorcizando.

Exorcizando la luna ando. Exprimiéndole el corazón. Tendiéndolo como ropa al viento junto al mío, para que se le oreen los olores de viejos amores. Sonámbula el alma y perfectamente despierta, perdiendo la fuerza, desmenuzando nostalgias, descosiendo dolores. Mis brazos tiemblan. Más bien el cuerpo entero. Flojo y endeble. No puedo siquiera sostener el peso del cigarrillo. Cómo si en él cargara el mundo de pasados acumulados, los personajes de las historias inconclusas, los besos y abrazos de los adioses sin decir. Miradas, sonrisas y lágrimas se mezclan en imágenes imprecisas. Todas parecieran la misma, yo sé que son mil distintas. Pecados, vergüenzas, sinsabores, se quieren instalar en mi boca, pero no siento arrepentimiento. ¿Orgullo o gusto por mal vivir? Me estrujo hasta la última chispa de las fantasías que cumplí sin que me pertenecieran, de las noches robadas, de las bocas ajenas, de las ilusiones en la mirada. Me cala el alma de tantas gotas de agua que no

Naufraga conmigo

Recoge con tu lengua cada gota de mi piel en esta mañana mojada. De lluvia aunque no sea de Abril. De Mayo, pero que sea de mí. Recorre con tus ojos de sol mis valles y mis montañas, y haz con tu mirada que se mojen mis desiertos acumulados de tanta ausencia. Palpa mi piel que es tan tuya y no lo sabes, y siente como se estremece bajo tu palma. Báilame por dentro y báñate en mi mar cálido. Naufraga conmigo nuevo amor. Revive recuerdos aunque no sean tuyos, deposita en mí los que tampoco son míos. Despiértame de éste letargo, sácame del encierro y abre el portal de mis primeros veranos que quiero gritar tu nombre, enredar mi lengua en tus oídos, gemirte hasta enronquecerme y venirme empapada contigo. Quiero nombrarte: Amor,  y que reines en mi ombligo. Y después de habernos amado, como primitivos, como primerizos, con cuidado y sin apuro, sácame los pesares de antiguos abrazos, de viejos amores. Hurga entre las humedades de la más íntima de mis memorias y quédate a

Tengo ganas de contarme mis recuerdos

Tengo ganas de contarme mis recuerdos. De saborearlos sin ningún cuidado, como niña comiendo un helado. De lamerlos hasta empalagarme y llenarme la boca y las comisuras de los labios. Y saciarme la panza, el corazón y la memoria. Tengo ganas de atestiguar que estoy viva y vivir para contarlo. Contar vivencias prohibidas y con ojos divertidos asegurar que son sólo cuentos, historias, fantasías no vividas. Quiero escribir de cada uno de mis amantes, leer las letras de la eternidad que vivimos en un instante, que a veces duró horas y otras no me acuerdo. A quién le importa si para tal deseo, debo pasear dos veces por el abecedario y volver si así fuera necesario, a empezar de cero, virgen y angelical desde la A. Y no es un acto de nostalgia, si no de justicia de vida. Porque si sigo viva, viva estoy para contar orgullosa mi vida. He sido amada, amante, amorosa, amiga, amiba en ocasiones, pues sin duda más de un dolor de panza he causado a mis amores. Y entre tantos amo

Lo que faltaba...

Despertó con la sensación de que algo no estaba bien. Sin moverse de la cama agudizó el oído tratando de advertir algo diferente en el ambiente. Nada parecía fuera de lugar. Pero todo se sentía serenamente anormal, contrario a la angustia que su sexto sentido alertaba. ¿Qué era lo que faltaba? Palpó su cuerpo hasta llegar a su pecho. Ahogó un grito sordo y los músculos se le tensaron. Una sensación de absoluta derrota la invadió. Se habían llevado su corazón... y esta vez sospechaba que para siempre.

Tu mundo, son mis ganas.

Parte del cielo que te ilumina y te calienta, son mis ganas de amanecerte. De hacerte mío. De llenarte a mares. De conocer tus olas y respirar tú aliento. Parte de la brisa que rocía tu cara por las mañanas, son mis deseos de besarte tierno. Eterno. Apasionado. De conquistarte el alma a besos. Llenarte el corazón de caricias y el cuerpo de sabores nuevos. De probar tus sinsabores y azucararlos lento. Tomarte de la mano y caminarnos por dentro. Hacernos un camino y deshacerlo luego.

Con D

Desdeño los silencios que no están acompañados de labios rozándose, de miradas de complicidad, de manos haciendo poemas en la piel. Desprecio las palabras por compromiso, las bocas que no se silencian, que no se detienen para dar un beso. Detesto la falta de quietud, el agobio sin motivo, la incapacidad de disfrutar los latidos, acompasados, serenos. Disgusto del ciego con la vista perfecta que no ve, que no admira, que no disfruta. Desconfío de quien vive en torbellinos inventados de malestares encontrados o por encontrar. Disfrutar es mi placer. Descubrir mi delirio. Deleitar y deleitarme mi razón. Deleitarte mi perdición y mi buen juicio.

Eclipse de deseos y sabores

Amo los sabores fuertes y las caricias suaves. Los olores dulces y los besos largos. El aroma a vainilla, copal y café.  La distancia que genera fantasía y la proximidad que la vive con Epifanía.  Juntar una cosa con otra en un orden placentero.             Me gustan los besos que recorren el cuerpo y lo acarician con los labios. Silenciosos. Ardientes. Apasionados. Me gustan las palabras escritas de humedad sobre la piel. Los gemidos ahogados y suaves, y los gritos que hablan con rasguños.   Me seducen los ojos de sol y de sombra.  Caballero andante de la mañana y perverso asesino de los buenos modales en la cama por la noche. Me conquista la bella lengua que sabe de letras, escritos y escritores, filósofos y autores de poesía y sinsabores. Me pierdo en el laberinto de tu misterio y lo amo tanto como lo detesto. Te siento agua y me quemas fuego y me eclipso al compás de tus cabellos,  que caen sobre tu rostro morueco. Me gusta eso. Y también usted.

Esperando, no quiero morir.

No quiero morir esperando a encontrarme con tus labios y quedarme observando, esperando fantasiosa que de ellos salgan las palabras que he estado deseando. No quiero pero espero. Espero a veces ansiosa y otras sin esperanza, de encontrarme en esta vida observándote de frente, tomándote entre mis manos. Me angustio. Y me guardo mis zozobras en el silencio de mi ego. Y me castigo vigorosa por presuntuosa, porque espero. Pero dígame usted, amor mío, que hago para encontrarlo, si es condena de mi ego andar buscando sin buscarlo.

Dos o tres.

Recorriste las cortinas al tiempo que yo me despojaba de mi ropa, desnudándome a la vista de cualquier curioso. Tus ojos traviesos buscaron alguna mirada cómplice entre las ventanas vecinas. Y ahí estaba ella. Destellante. Candorosa. Mirándote fijamente. Dejaste caer tu bata de baño con descaro y aunque no alcanzabas a ver sus pupilas, sabías que se dilataban para ti. Me atrajiste hasta la ventana, tomándome por atrás. Apartaste mi cabello de los hombros, dejando mi cuello al descubierto y comenzaste a besarme, con la mirada fija en ella y la de ella en nosotros. Besaste mis pecas con dulzura, lamiéndolas, mordiéndolas, saboreándolas poco a poco, mientras acariciabas mis senos con firmeza, pellizcándolos, provocándome un primer quejido. Sentí como tu sexo despertaba con rapidez apretado contra mis nalgas. Me humedecí. Tus caricias despertaban con avidez mi cuerpo, calentándome la piel por fuera y por dentro. Y entonces la vi. De pie como una estatua griega de por

No voy a morir de amor.

No me voy a morir de amor, aunque parezca. Porque escucho el pájaro que anuncia la primavera cantar en mi corazón. No me voy a   morir, aunque lo quiera. Porque siento el amor que nace en mí como peonia en flor. No me voy a morir, aunque padezca. Porque me dieron a beber un poco de esperanza. No me voy a morir, aunque merezca. Porque aún ronda un alma en los andares de este mundo, que desea lo mismo que yo.

¿Dónde quedaron tus ganas?

¿Dónde quedaron tus ganas de mí? ¿En el cajón de las mentiras o en la de los sueños sin cumplir? ¿Dónde quedó tanto deseo, tantas caricias que no recibí? ¡Donde la poesía que tu tenías para mí! Mi cuerpo aún tiembla de ganas y mi alma arde en llamas de tus besos, de tu boca, de tus manos sobre mí, fuertes y aterciopeladas, como me las he imaginado sin fin. ¿Se extraviaron tus caricias, o solo se diluyeron en algún rincón entre el tiempo y la distancia? Ya no las oigo. Ya no las veo.  Decoloradas las siento entre la duda y el deseo. [Dime dónde te veo para que me lo expliques a mí]

Pura carne

La noche está hecha para nosotros Noches donde sólo la luna ilumina y todo lo demás se desvanece. Nuestros cuerpos sin sombra se deleitan en el trémulo placer de la carne pura, viva, palpitante. Deseos que no se dominan y se plasman entre rasguños de uñas y dientes. Desesperación por el ardor de uno mismo, urgencia de tocar fondo, de sentir en lo más hondo, el calor por explotar en el otro. Dejamos las almas guardadas junto al deseo de morir de amor y cerramos los ojos. No somos más que sexo. Con las manos abiertas, manoseamos palmo a palmo nuestros cuerpos sin alma, llenos de quejidos. Sin intención de satisfacer al otro. Buscando nuestro propio placer a partir del cuerpo que se enreda en nuestras piernas. Lobos hambrientos de noches de luna llena. Feroces, indefensos solitarios. Nos clavamos besos desesperados. Abriendo mucho la boca, queriéndonos tragar completos. Nos romperíamos la quijada si pudiéramos así meternos dentro del otro. Pobre necesidad de desaparece

Usted no está loco aún

Usted, no sabe lo mucho que me desea aún, porque no conoce como besa mi nariz, desconoce cómo voy a ir oliendo cada parte de su cuerpo hasta besarlo todo sin siquiera tocarlo. Usted, no imagina lo mucho que lo provoco, porque aún no me ha visto tirada en su cama, con una fresa en la boca, mordiéndola lentamente, mientras su jugo escurre por mis labios, mi mentón, por mi cuello. Usted, no sospecha las ganas que le fustigo, porque no ha tenido la tentación de mis labios cerca de los suyos, a unos cuantos centímetros, imaginando mi lengua, fantaseando con su sabor, despertándole todos los instintos. Usted, no ama el insomnio, porque no ha sentido la yema de mis dedos recorriéndole los sentidos. Usted, no sufre de frío, porque no ha probado el calor de mi abrigo, de mis brazos, de mi vientre, de mi sexo humedecido. Usted no se enamora de mí, porque no ha contemplado mis ojos y no ha podido descubrir mi mirada de niña, de mujer, de diablo y de furcia. Usted no está loco po