Despertó con la sensación de que algo no estaba bien. Sin moverse de la cama agudizó el oído tratando de advertir algo diferente en el ambiente. Nada parecía fuera de lugar. Pero todo se sentía serenamente anormal, contrario a la angustia que su sexto sentido alertaba. ¿Qué era lo que faltaba? Palpó su cuerpo hasta llegar a su pecho. Ahogó un grito sordo y los músculos se le tensaron. Una sensación de absoluta derrota la invadió. Se habían llevado su corazón... y esta vez sospechaba que para siempre.
Manjares y otros placeres