Ir al contenido principal

Caricias rudas

Dejo la puerta abierta por si llegas, me encuentres entretenida con lo que te a ti te gusta entretener.
Mi cuerpo no está en calma, necesita más que tus besos. Hoy no quiero tus manos suaves, ni tus labios dulces. Mi piel grita por caricias rudas, toscas, groseras, que me arrastren hasta el exceso.
Pasiones bautizadas de rabia, deseos marcados en mi piel palpitante, dedos que arañan y me hacen sentir viva.
Te desvistes mientras me observas. Todos tus sentidos despiertos.
Tu mano me sujeta, empujándome hasta ti. Toda tu virilidad la clavas de una sola vez en mi vientre, avivándolo, encendiéndolo. Mi cuerpo acompasado a cada uno de tus movimientos que comienzan lentos y se vuelven cada vez más acelerados. Mi cuello torcido hacia ti. Estiras mi cabello con fuerza. La quijada tensa. El cuerpo entregado.
Se me descompone la cara de tanto placer. Gritos, gemidos y lamentos que saben a gloria. Y tú, hundido en tu tarea de embestirme hasta venirme.
Líquidos que fluyen por nuestros cuerpos, empapando la cama, llenando la habitación de sexualidad.
Un gemido hondo, un orgasmo. Todo mi sexo palpita, invitando al tuyo a hincharse más, clavándose con más fuerza.
Con destreza me volteas, dejándome frente a ti, tus manos aprisionan mis senos, pellizcando mis pezones, que reaccionan duros. Apenas mi cuerpo reaccionaba ante el daño, cuando tus dientes se apoderan de ellos con fuerza y tú mano tapa mi boca, ahogando el dolor que me marea.
Mordiscos entremezclados con suaves lamidas de tu lengua juguetona y aterciopelada que resulta un bálsamo humedeciendo mis pezones enrojecidos por tu boca.
Mi cuerpo se relaja. Lo notas. Y sin tregua, tu mano baja segura por mi vientre, clavándose en mi entrepierna. Abriéndose paso, firme, completa.
Me arqueo y gimo.
Tus dedos tocándome toda, sintiéndome toda, estremeciéndome las entrañas. El líquido de la vida, escurriendo por tu brazo que entra y sale a placer. Otorgándome un placer doloroso, infinitamente glorioso que agolpa en otro orgasmo. Primero ahogado, después acompañado de un grito delicioso y celestial que sale desde el centro de mi caos.
Sin mover un centímetro tu mano, me giras. Levanto las caderas gustosa, orgullosa. Una nalgada, y tu otra mano entra en acción.
Entras y te quedas quieto. No te mueves, como dejando que mi cuerpo se acostumbre. Me sientes respirar agitada, mi cuerpo entero tiembla. Yo mismo trato de tranquilizarme, de tomar algo de control si es que eso es posible.
Me relajo y disfruto de sentirme abierta.
Despacio acerco mis caderas hacia ti. Ahora soy yo la que se mueve, la que se clava, la que le hace el amor a tus manos. Sintiendo las caricias hondas. Dejando que el cuerpo tome su propio ritmo, relajado, suave, poseído.
Jadeo. Me muevo. Te busco y no me dejas escapar. Te apoderas de mi sexo, lo gozas y yo me dejo poseer gustosa, sin prisa, una y otra vez, balanceándome en tus manos.
La estocada final está cerca.
Lo intuyes.
Escurro. Salpicándote todo.
Tu mano, testigo del recorrido de éste viaje de lluvia, sale de mi vientre, solo para complacerse introduciéndose en mi boca.
Saboreo mis sabores. Y mi lengua se enfiesta entre tus dedos.
Sustituyes tu mano por tu miembro, ahogando los últimos suspiros de mi último orgasmo. No hay mucho que hacer, solo deseas sentir la calidez de mi boca y las caricias de mi lengua.
Estas completamente erguido, las venas hinchadas suplicando ser liberadas, no puedes más, lo veo en tu rostro, que observo desde abajo. Pero deseas extender el placer lo más posible.
Te cojo de las nalgas y te empujo hacia el fondo de mi garganta, sientes toda la humedad. Cierras los ojos. Te excitas. Me clavas tus manos en mis hombros, tensionando todos tus músculos, como si sintieras que la vida se te escapa del cuerpo, y apretando los labios, explotas, inundando mi boca de ti.
Espasmos que contraen y relajan tu cuerpo, sin soltarme, hasta que poco a poco la calma se te vuelve a instalar.
Me miras, entre soberbio y agradecido, te sonrío complacida y orgullosa.
Te tumbas a mi lado. Y dormimos exhaustos, hasta que nos amanezcan las ganas otra vez.
 



Comentarios

  1. Mis tardes contigo añoro, de placeres perdidos que se fueron contigo y no se con quien volverán, que rico es leerte Azafran, gracias

    ResponderEliminar
  2. Una delicia saber que me lees, que me compartes tus tardes... gracias!

    ResponderEliminar
  3. excelsa figura esa del "centro de mi caos" infinita...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario