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El postre


Desabrocho lentamente mis zapatillas. Acariciando mis pies mientras lo hago.
Levanto lentamente mi falda, dejando a la vista mis muslos y el ligero que sostienen mis medias de seda.
Desnudo mis piernas, enrollando las medias hasta la punta de los pies, dejando que me las quites sin tocar mis dedos, de un solo tiro.
Alargo mi pie hasta acercarlo a tu boca.
Te provoco sin dejar que tu lengua alcance la punta de mis dedos.
Todo  llegará a su debido tiempo.
Desabotono los primeros ojales de mi blusa blanca, perfectamente planchada, dejando a penas ver el inicio de mis senos que ya se hinchan de deseo. Sintiendo como sus puntas se marcan en la tela suave de mi blusa.
Levanto la mirada, para verte observarme extasiado.
Sin darte explicaciones, me dirijo a la cocina.
Me ves regresar.
Tus ojos están clavados en mis pies y en el arco que forman en mí andar de puntas. Sin percatarte de lo  que llevo en mis manos. Lo pongo en el piso, sentándome lentamente en la orilla de la cama.
Los dedos de mis pies se entierran en el recipiente.
Miel escurriendo. Es hora del postre.

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