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De guantes largos.

Hace un minuto que te  has ido.
O eso es lo que imagino al no sentirte, ni escucharte.
Me has dejado con el éxtasis de tus caricias ásperas recorriéndome el cuerpo, con la garganta caliente de tanto jadeo y la piel adolorida por tu pasión perversamente medida.
-          No te muevas, me dijiste, sentándome en la orilla de la cama y colocándome unos guantes largos en cada una de mis manos.
Tengo la posibilidad en este juego de desobedecer. Ambos lo sabemos.
No estoy atada, pero mi deseo es seguir  estándolo, aún sin cuerda alguna.
Te espero, mientras recorro cada uno de los momentos que acabamos de pasar, y mi mano instintivamente se acerca a mi sexo, con el deseo de provocarlo.
Me detengo.  Recordando los  guantes.
Se mojarán si me toco como prueba de mi inobediencia.
Deseo rebelarme para provocarte.
Ganarme una a una de las nalgadas que como poco me aplicaras a tu regreso.
Sólo logro que el deseo crezca. Haciendo que mi cuerpo se estremezca y mis poros griten en silencio tu nombre.
Escucho tus pasos. Cada vez más cerca, mientras continuo indecisa, si seré una niña buena.

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