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Mostrando entradas de marzo, 2013

El amanecer de los amantes.

La luna corona el amanecer de los amantes, invitando al pecado glorioso del paraíso en medio del infierno. -Déjate llevar hasta los brazos de tu amante, susurra la luna. Cierro los ojos y me rindo a su brindis. La última campanada marcando las nueve. Te oigo llegar y me abandono al más oscuro deseo que mi piel murmura por sus poros, sintiéndome encantada. Tu cuerpo junto al mío. Dejo que los deseos se apoderen de mis manos y acaricien cada uno de tus sentidos bailando olas de fantasía. Llegas con ganas de amarrarme las maneras de acariciar, excitando aún más mis ganas. Déjate. Déjame. Sin reglas, sin preguntas, ni porqués. Tómame como amante, como desconocida, como tu meretriz preferida, como tu muñeca de placer. Arráncame la ropa, la vergüenza y las buenas costumbres. Descúbreme toda. Dejemos fuera los prejuicios y el cuidado. Ámame sin rodeos, sin enamoramientos sosos, sin galanuras, ni cortejos. Que sea nuestro apetito el que dicte los usos que a nuestros cuerpos le dar

El gozo del café

De pie desde la cocina, con mi taza de café en la mano te veo despertar. Disfruto como te desperezas, siguiendo cuidadosamente cada uno de tus movimientos que se me antojan eternos. Tu cuerpo perfecto aún con resquicios de mí en tu piel.   Te veo buscarme y por un segundo veo en tus pupilas zozobra por no tenerme a tu lado. Espero a que tus ojos me encuentren y al cruzarse con los míos, sonríen. Tu boca los acompaña, mientras tus manos se extienden hacia mí, llamándome a tu lado. Doy un trago largo más al café, y despacio camino hasta ti, moviendo mis caderas cadenciosamente, coqueteándole a tu mirada. Disfruto de cada paso reflejado en tus pupilas divertidas, ansiosas de tenerme más cerca, comiéndome en cada movimiento. Me tomas en tus brazos, dejando caer el café, que nos salpica, que nos quema y calienta la piel. Arde, igual que tu lengua lamiéndolo de mi cuerpo. Así es como se debe tomar café por la mañana, dices, y te tomas las gotas que escurren entre mis piernas. Con el pr

Gula

Voy a saciar la sed de mis dedos recordando tu boca hambrienta escurriéndote pecados, y mis labios lamiéndolos uno a uno, dejándolos escurrir suavemente sobre mi vientre ardiente por tus deseos. Tú, mi alimento. Yo, la boca que hambrienta te provoca. Mis manos cocinando tus memorias en la salsa de mis apetitos, sabiéndote lejos, sintiéndote dentro. Removiéndome cada rincón por ti probado. Mi cuerpo se estremece al primer aroma que del caldero brota, tus fauces de lobo hambriento, clavándome los dientes en la carne, dándole vida. Siento tu aliento recorriéndome cada pliegue, probando cada sabor y llenándote de cada aroma. La gula del deseo haciéndose presente en cada sentido, quitándole el sentido al presente. Qué importa ya en cuál tiempo hemos existido, si cualquier recuerdo es presente, cuando se revive lo vivido.

Ninguna eternidad como la mía

Deseo revivirte en cada letra que mis pupilas rocen, deteniendo el tiempo en la palma de la mano que las sostienen. Acariciar las páginas del libro que escribe el recuerdo de lo que fuimos, el testimonio que existimos en esta historia llamada vida. La virginidad inherente a nuestra edad de entonces, nos dejó con los deseos colgando en ganchillos de fantasía, secándose al sol del tiempo. Tus labios carnosos besándome las palabras en el cuello, tus   brazos fuertes abrazándome en lo que pudo haber sido la historia de amor que no nos dijimos, pero que con los ojos nos tatuamos en nuestras almas para el después. Aún con la distancia y el tiempo que crea un abismo, hubo un pequeño puente para seguirte amando, me dijiste al oído, mientras tu lengua jugaba a encantar silencios y a humedecer quimeras. Aceptaré que nada es para siempre, entregándome sin promesas de lo que será, honrando solo lo que fue. Nos encontraremos en el siguiente libro, en otra década. Porque no hay ning

Puerto

Y mi alma llegó a tu puerto y no encontró donde anclar, el mar ya no pudo regresarla ni al lugar de donde había venido. Estaba perdida.         -¿Quién te dijo pequeña que podías hacer hogar una casa habitada? Escuche que me susurraba el mar al   oído. Me solté llorando presa de un sentimiento de indignación y profunda tristeza.  Traicionada y abandonada por quien amaba. ¿En qué momento me deje construir castillos en el aire? me repetía. Mi corazón latía y tú ya no escuchabas. Me acerqué a la orilla de aquel azul oscuro que mecía olas al azar y me dejé llevar.  No me prometas nada, sólo ofréceme todo.            Y mi alma encontró en un abrazo, la profundidad de la eternidad.

Silencio

Ignorante mi alma que no conoce a dónde se fue tu amor. Grito desesperada, llamándote, deseando encontrarte en cualquier esquina del recuerdo. Callo la boca para escucharme el corazón. Silencio. Una grieta se abre y unas cuantas palabras se escapan por la ranura. Te quiero, decías entre caricias en silencio y mi cuerpo se estremecía en gemidos. Una, dos, mil maneras de amarme, todas en silencio con el tacto firme. Cerré los ojos y te vi. Me acomodé en el silencio de tus   brazos y tú me acogiste con un te quiero callado. Sentí frio, tu miedo, difícil ausencia, el adiós en el aire, sigiloso. Lo entendí todo. Tu adiós había llegado con la bienvenida. La grieta se abrió y el corazón se volvió pedazos. Un adiós mudo pronuncié entre tus labios. Y me guardé todas las palabras y suplicas que mi corazón clamaba. También con silencios, se remiendan sentimientos. Acomódame en tu mejor silencio, hasta el fin, susurré enmudecida.

Un mismo abrigo

Tomándome de la mano, me llevas sin decir palabras hasta la cama, suavemente me tumbas sobre ella sin destenderla. Me despojas de la ligera bata que cubre mi cuerpo. Te alejas y me observas de arriba abajo. Te miro inocente y retadora. Mis manos juguetean provocadoras con mi cuerpo ya excitado dejando un camino de fuego, dibujando serpentinas en mi vientre,   sabes a dónde me dirijo, pero desconoces el tiempo que demoraré en llegar. Me disfruto reflejada en tus pupilas que arden, que se encienden de ganas de tocarme. Tus músculos se tensan de contenerse. La yema de mis dedos haciendo círculos en mi ombligo, bajando sobre mis caderas jugueteando casi inocentemente. Titubeo. No sé si abrir mis piernas o dejarlas como están, no puedo adivinar tus deseos, pero tu mano firme detiene mis dudas, apretando mis piernas. Mi mano sigue bajando, intentando hacerse un espacio entre mis piernas antes de que tú las cierres por completo, quedando mis dedos aprisionados e inmóviles entre mis mus

Baila la mañana

Amanece, se abre la mañana sobre mi cielo, pero mi cuerpo siente noche.   El día no reconoce los cuerpos que en mis sueños se hicieron uno. La luz del día me devuelve la verdad, recorriéndome por la espina dorsal el sentimiento de que el mundo amenaza con detenerse, siento el vacío de tu lado de la cama, de mi lado derecho del alma. Levanto la mirada a través de la ventana y veo el cielo, perfecto, celeste, esplendoroso, hasta soleado. ¿En qué nube te escondías, cuando aún bailabas de mi mano? Cierro los ojos y veo tu brazo invitándome a bailar de puntas sobre tus pies desnudos, desnudos los cuerpos, vistiéndonos de música el alma, música que se me antoja   eterna aunque sea por una mañana.

Fantasma o Leyenda.

Necesito encontrarte en los resquicios de mi memoria antes de olvidarte. Mis evocaciones se vuelven borrosas convirtiendo tu presencia en un fantasma, un poco real y demasiado imaginario. Y en ese juego, aún puedo recordar como iniciabas al amarme. Me acuesto sobre la cama lentamente y abro los ojos. Mírame, te escucho susurrarme muy de cerca, mientras siento el peso de tu cuerpo sobre el mío y tu boca comiéndose mi boca en suaves besos que tejen lenguas con deseos. Me llevo los dedos hasta mis labios y los recorro suavemente, los abro para saborearte, quiero atrapar el sabor de tus recuerdos en mi lengua. Mis ojos clavados en tu mirada intrigante, hipnotizada a tus deseos. El cuerpo se eriza, los botones de mi pecho se endurecen y se abren, cada poro de mi piel te desea y mis ojos se dilatan como el resto de mí ser para ti. De nuevo nuestras miradas se cruzan. Un segundo en el que lo adivinas todo y tus   ojos sonríen maliciosamente. Me piden en silencio lo que deseas. Me abro de

Deseos y tormentos

Mi cuerpo. Destrozado por los rayos de mi propia tormenta, ansioso de tantas futuras caricias que ahora eran solo ausencia, quejoso de recuerdos que duelen, yacía inmóvil sobre la cama mullida de edredones de seda que a mi piel se le antojaban como lijas. Habría preferido tus manos pellizcando y marcando cada deseo en mi piel. Pero tus manos eran solo caricias. Recuerdo. Tus manos recorriendo mi espalda, tomando el camino donde el calor y la humedad forman arcoíris, sacando todos los colores que mis entrañas emanan y pintando paraísos entre las sábanas. Realidad. Las lagrimas ya no rodaban por mis mejillas en forma líquida, estaba seca, solo lloraba el alma.   Áspera sensación de la despedida anticipada, cuando aún el adiós no está dicho, pero sabes que está por llegar. Tu suave aliento despidiéndose de mi lengua sin una sola palabra de despedida, puro deseo, pura vanidad, vanagloriándose de victoria. Deseo. De un mañana sobre seda. Nuestras almas retozando amores, hasta la últi