La luna corona el amanecer de los amantes, invitando al pecado glorioso del paraíso en medio del infierno. -Déjate llevar hasta los brazos de tu amante, susurra la luna. Cierro los ojos y me rindo a su brindis. La última campanada marcando las nueve. Te oigo llegar y me abandono al más oscuro deseo que mi piel murmura por sus poros, sintiéndome encantada. Tu cuerpo junto al mío. Dejo que los deseos se apoderen de mis manos y acaricien cada uno de tus sentidos bailando olas de fantasía. Llegas con ganas de amarrarme las maneras de acariciar, excitando aún más mis ganas. Déjate. Déjame. Sin reglas, sin preguntas, ni porqués. Tómame como amante, como desconocida, como tu meretriz preferida, como tu muñeca de placer. Arráncame la ropa, la vergüenza y las buenas costumbres. Descúbreme toda. Dejemos fuera los prejuicios y el cuidado. Ámame sin rodeos, sin enamoramientos sosos, sin galanuras, ni cortejos. Que sea nuestro apetito el que dicte los usos que a nuestros cuerpos le dar
Manjares y otros placeres